sábado, 26 de febrero de 2011

Decepción.

De camino a casa, pensé en un millón de discursos ofensivos (con plena consciencia de que jamás los diría) que soltarle a esas dos que se hacían llamar amigas, bueno, Katrina ni eso, y es por esa razón por la cual estoy más enfadada con Ashley; se suponía que éramos amigas, inseparables, siempre procurando lo mejor para la otra, y siempre, lloviese, tronase o hubiese un ciclón arrasador, juntas hasta el final. Aquello había cambiado.
Las lágrimas no dejaban de empañarme la visión, y para colmo, llovía. Con todo lo que había llorado, ya debía parecer un mapache. Me miré en el espejo del retrovisor: el rimel estaba totalmente corrido formando surcos desde mis lacrimales hasta la barbilla. Me los limpié con unas toallitas húmedas, al llegar a casa ya me quitaría el resto.
Vi que el semáforo se ponía verde, mejor dicho, intuí que se ponía verde, y aceleré. La lluvia era como una cortina espesa, parecía que el tiempo iba con mi estado de ánimo. Semáforo en ámbar, aceleré para no tener que parar, seguí así unos tres semáforos, y de repente entre la cortina de agua, pude divisar unas figuras, frené en secó y saltó el airbag. Lo aparté lo más rápido posible.
-¿Qué te pasa? –Dijo una voz desde la calle- ¿es que estás loco o qué? –esa voz…- Estaba en ámb…
Me miró, mis ojos debían desprender un odio infinito, porque se calló y lo único que hizo fue mirar.
Apreté el embrague haciendo el típico ruido de las películas, ese “brun brun”. En cuanto terminaron de cruzar a toda prisa, salí corriendo de allí. A parte de fastidiar mi concierto, tenían que hacer que me saltasen los airbags… vale, de acuerdo, puede que la culpa fuese mía, pero el hecho de que sean los Beatles no les da más derecho. Ese John me ponía realmente nerviosa, pero podía estar tranquilo, porque desde que McCartney me gritó en el cruce, mi odio estaba bastante repartido.
Por fin llegué a casa, entre sollozos y ramalazos de ira que me hacían creer que era bipolar. Max abrió la puerta.
-¿Qué te pasa? –dijo con su dulce voz de niño.
-Nada –respondí mientras me secaba las lágrimas-. ¿Y mamá?
-En el salón leyendo un libro.
Fui directa al salón; la iluminación era una lámpara de mesa que estaba detrás de mi madre. Estaba sentada con un libro entre las manos.
Me miró.
-¿Qué te pasa pequeña?
Sin mediar palabra, dejé mi guitarra y me tumbé en el regazo de mi madre, que dejó su libro sobre la mesa.
-Cuéntame –dijo mientras me acariciaba la cabeza-. ¿Tan mal os ha salido?
Le conté todo lo ocurrido, y con sus superpoderes de madre, consiguió consolarme, y además, recordarme que jamás debía abandonar mis sueños.
Ya tenía tarea para el día siguiente: ir donde Jim y contarle lo ocurrido.


1 comentario:

  1. Me encanta. He descubierto este blog un poco tarde y por casualidad. Nada más ver que contenía la palabra 'Beatles' me ha enamorado, pero es mucho mejor de lo que pensaba. La forma de escribir es genial, puedo imaginarme cada situación... Enhorabuena por hacer algo tan genial :)

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