viernes, 9 de septiembre de 2011

El tejado y sus estrellas.

No sé exactamente cuánto tiempo estuve allí arriba, pero no le di demasiada importancia. Las estrellas eran como diamantes inalcanzables que me hacían ver que no saldría de este marrón de forma mágica, que si no solucionaba yo las cosas… esto se iba a poner muy feo. Entonces, como si de una película se tratara, me puse a cantar lo primero que pasó por mi mente.
- I don’t know how to act, when all i’ve done, i’ve done it wrong
Maybe I just find my way and it’s no in this world
So I’ll lose my head to work it out and pray for leave you
All you don’t deserve is one more girl that gonna hurt you…
But I don’t wanna choose, I might refuse
I don’t wanna lie so now I’m gonna say sorry and goodbye…
Terminé mi actuación espontanea sentándome en el suelo y sacando un cigarro del bolsillo de los vaqueros. Y al encender la cerilla, el viento me jugó una mala pasada y me quemé.
- ¡Joder! Qué dolor…- un ruido muy raro salió de detrás de las escaleras de subida.- ¿Si?, ¿hay alguien ahí?- Qué pregunta más estúpida pensé, si hay alguien escondido, no me va a contestar… Entonces me asomé a la escalera y vi a alguien.
- AAAAAH!
- AAAAH!
- ¿John?
- No, he muerto se me acaba de parar el corazón.
- Joder, lo siento…- sentados en el suelo del tejado, nos quedamos por un momento en completo silencio aunque los dos teníamos la cabeza llena de cosas que queríamos decir y después de mirarnos a los ojos, empezamos los dos a decir todo lo que teníamos pensado, a la vez, sin escuchar lo que decía el otro pero sabiéndolo. Ya habíamos terminado cuando nos volvimos a mirar a los ojos y habiéndolo dicho todo, no nos dijimos nada, el beso, habló por sí solo.
- Así ya estoy otra vez empatado con Paul.
- Imbecil…
- Es cierto, yo estoy mejor, porque ahora mismo no estás bajo “los efectos de la droga”.
- No, en serio Johnny, cállate.- Se limitó a abrazarme. Un abrazo fuerte, me sentí muy segura con él, no quería que ese momento acabara nunca. Pero tenía que ocurrir.
¿Significaba eso que tenía algo con John? ¿Tendría que hablar con Paul?
- John…
- Ya lo sé, no estamos juntos ni nada de eso, simplemente nos hemos besado como tú y Paul ayer, pero un poco más para menores de 18 años, y ahora te estoy dando un abrazo de amigos. Somos simplemente eso. Amigos, como tú con Paul, ¿no?
- Sí.
- ¿Algo más?
- No, tonto…


Ensayo espantoso.

Me di una ducha de agua fría para ver si me despejaba un poco, me vestí normal y corriente y bajé a desayunar. Toda mi familia sentada en la mesa, como siempre. Sin hacer demasiadas preguntas, sin mirarme demasiado los ojos… eso no era como siempre, pero lo agradecí bastante. Recogiendo los platos me choqué con Mike y le di las gracias, sin que fuera demasiado cantoso para mis padres. Entonces llamaron al timbre. Fui a abrir y una nerviosísima Katrina me cogió del brazo, me subió a mi cuarto, cogió una cazadora, mi bolso, agarró a Mike con el otro brazo y cerró la puerta mientras se despedía de nuestros padres. Sin soltarnos fue corriendo calle abajo.
- ¿Se puede saber qué demonios haces, Kat? – Dijo mi hermano con una confianza bastante nueva.
-  Ya sé que los dos tenéis vuestra parejita feliz, pero yo tengo una cita y no quiero llegar tarde.
- Y Ashley?
- La recogeremos por el camino- y así fue. Yo no caí a qué se refería Kat con lo de una cita…
- No, no no no no no… yo no puedo ir…
- ¡Lucy!
- En algún momento tendrás que plantarle cara a John y decirle por qué no le has escogido a él.
- No Mike, no es que no le haya escogido a él… es que fue un calentón y Paul estaba más cerca, y…
- Osea, que quieres que todos piensen que eres una
- Sí, se lo que estáis pensando, peor no es así… no me entendéis… - Me quedé absorta en mis pensamientos, y cuando me quise dar cuenta, ya habíamos recogido a Ashley y llegado a los estudios. Llegábamos un poco tarde, así que ya estaban ellos cuatro y su séquito de técnicos y personal ensayando, pero desde la barrera del cristal pude notar las miradas de odio que se echaban entre Paul y John, y cada vez me amargaba más, porque estaba empezando a sentir algo, el problema es que era por los dos. Dieron un descanso y nos fuimos todos a la cafetería a tomarnos algo, pero era una situación tan incómoda que en cuanto pude, me escabullí y me salí a las escaleras del edificio. Se abrió la puerta y apareció George. Era con el que menos había hablado, por no decir que no había hablado nunca con él. Pensé que no me dirigiría la palabra, si quiera.
- ¿Quieres?- Pues sí, se había sentado en las escaleras junto a mí y me estaba ofreciendo un cigarro. – Menuda has armado, ¿eh?
- No me lo recuerdes, por favor.
- No te preocupes… puedes contarme lo que quieras, se guardar un secreto, y por lo que dice por ahí soy el más reflexivo de los cuatro, igual puedo ayudarte.
- En serio, George, gracias, pero no te quiero meter a ti también en el ajo…
- Bueno, en ese caso… - Se calló y se quedó allí fumándose un cigarro a mi lado, callado, sin presionarme a que le contara lo ocurrido. Por eso precisamente decidí hablar con él. Me inspiró confianza.
- Verás, es que, no sé que nos pasó ayer…
- Eh, si me vas a contar, empieza desde el principio, que yo no sé qué pasó.
- ¿Qué?
- Claro, Ringo y yo estamos perdidos… En casa se respira muy mal ambiente entre Paul y John, y suponemos que es por algo que pasó ayer… pero no es plan de preguntarles a ellos, ¿me entiendes?
- Si… Bueno, pues… - Y así le conté toda la historia. No hizo demasiadas preguntas, estuvo bien, saber que podía hablarlo con alguien.
- Así que me siento fatal. Tengo a dos de los solteros de oro de Inglaterra tras de mí y lo estropeo todo por una noche loca.
- Pues… supuestamente te tendría que dar un consejo, ¿no? Pero no sé qué decirte, si prefieres a Paul, pues vale, pero sé que no es ese el caso, así que te diría que hablaras con John, pero también sé que es muy fácil decirlo… Así que no sé, guíate por lo que sientes.
- Eso hice ayer, y que yo recuerde, no me fue nada bien… - Se abrió la puerta de un portazo y apareció John.
- Vamos George, tenemos que… Anda, ¿qué pasa? ¿Qué tú también te unes al grupo de juego?
- No me jodas, John, vamos a ensayar, hasta luego Lucy.
- Adiós George.
No sé qué hora era, pero ya había estrellas en el cielo… Sentí un impulso muy fuerte, no sé por qué vendría dado, pero sentí la necesidad de subir al cielo y coger una estrella… y quedarme allí para siempre. Así que me subí al tejado.



Fieshta.

-¿Qué tal estoy?
- ¡Estás estupenda hijita! Ven a darme un abrazo. – Mi madre, al igual que todas las madres me hubiera visto guapa hasta con la cara pintada de payaso, pero esta vez tenía razón, y lo supe por las caras de Mike y mi padre. La del primero fue en plan “Guau, mi hermanita está estupenda, se parece a mí” y la del segundo fue algo así como “¿Va a salir así a la calle? Seguro que algún chico la mira…”
Salimos con el coche a recoger a Ashley y a Kat y allí empezó la primera aventura de la noche: encontrar el sitio.
Sitio encontrado. Más bien por el griterío y la abundancia de la gente, que por las indicaciones que nos dio mi padre. Seguro que lo hizo para que no llegáramos. Pero bueno, allí estábamos, entramos y nada más hacerlo ya había fotógrafos y reporteros alrededor nuestro preguntándose quiénes éramos. Nos servimos unas bebidas y empezamos a bailar. Del fondo aparecieron tres cabezas con abundante cabellera corrieron hacia nosotras.
- ¿Qué tal todo? – Pregunté.
- Genial, George está atrás bailando, le hemos dejado allí, que para una vez que se anima… - Dijo Ringo con su normal naturalidad.
Entonces John me cogió del brazo y nos dijeron que les acompañásemos. Cruzamos la sala campo a través hasta un cuarto que había al final, donde estaban colocados los bafles de la orquesta que estaba tocando, George nos vio y se unió. Paul retiró una cortinilla y ¡voilá! Ante nosotros se apareció una habitación llena de humo con unas cuantas sillas, sillones y unos cojines.
-  Poneos cómodos- Sugirió John. Me quedé embobada mirando a mi alrededor  preguntándome qué diablo era aquello mientras todos cogían sitio. Para mi sorpresa sólo quedaba un sitio libre y era en un sofá de tres plazas, dos de las cuales estaban ocupadas por John y Paul, y mi sitio parecía ser el del medio. Pusieron música, unos vinilos de Rock and roll tipo Budy Holly y Elvis y música moderna, de los últimos grupos de moda. Estábamos todos hablando, absortos en nuestros temas, cuando John sacó de debajo del sofá unas cuantas bolsas con unos cigarros muy extraños, eran amorfos y con una pinta rara. Porros. En una situación normal hubiera dicho que no, o me hubiera marchado, pero me sentía tan bien, así que le acepté el canuto que me brindaba John y pasé 2 de las mejores horas de mi vida, riéndome, saltando, bailando, cantando… De repente entró Brian Epstein en el cuartito.
- John, sal, unos periodistas quieren hablar contigo.
- Allá voy- Y dirigiéndose a nosotros, - No os divirtáis mucho sin mí, ¿vale?
Había un ventanuco en la habitación y a George le dio por asomarse.
- Maldita sea, llueve otra vez…
- Me encanta la lluvia y jugar y saltar bajo la lluvia- Se notaba que la Maria había hecho estragos en mí, porque era verdad que me encantaba, pero nunca lo hubiera dicho de esa forma. Entonces, Paul me agarró fuerte de la muñeca y me dijo:
- A mí también, ¡salgamos a bailar bajo la lluvia!
Y salimos corriendo por la puerta de atrás que daba a un patio, todos nos siguieron, pero se quedaron bajo el tejado. Paul y yo empezamos a saltar y a bailar, no éramos plenamente conscientes de lo que hacíamos. Pero éramos cómplices como una sola persona… Y ocurrió, le cogí por los hombros y él se agarró a mi cintura y nos empezamos a besar. No sabría describir con palabras el momento, casi mágico. Nunca había vivido algo así. Empecé a bajar los brazos por su pecho y me agarré de su cinturón, me miró y yo le mantuve la mirada. Noté como la sangre empezaba a hervir por mi cuerpo. Paul me cogió por los muslos y me apoyó en la pared todo iba tan rápido…
- ¿Lo has hecho alguna vez?
- Claro, he vivido en Hamburgo, ¿recuerdas?- me lo imaginaba.- ¿Y tú?
- También.
- ¿En… en serio?
- En California era muy popular, ¿recuerdas?-  Entonces, en el momento más ferviente, toda la magia se cortó de golpe cuando miré hacia el ventanuco de la habitación y vi la cara de John, furioso. Paul también lo vio y dejó de besarme… nos soltamos nos colocamos la ropa, nos peinamos como pudimos y nos fuimos, cada uno por su lado. Yo agarré a Ashley y a Mike y oí como Paul me gritaba algo desde la otra punta. Katrina nos vio y nos siguió corriendo.
- ¡¿Sabéis qué!? George me ha invitado a salir mañana, quiere que le acompañe al estudio que tiene que recoger unas guitarras y… que podemos ir todos a escucharles ensayar, y…
- Mike, arranca el coche, por favor…- Estaba tan nerviosa, tenía miedo por Paul, John tenía cara de que iba a matarle, tenía miedo por mí, porque no sabía que iba a pasar, tenía tanta presión (y maria) encima que lo único que se me ocurrió hacer fue ponerme a llorar. Fue una situación tan extraña… Me quedé dormida en el asiento trasero del coche, y a la mañana siguiente amanecí en mi cama, en mi cuarto… Lo único que quería era darle gracias a Mike.



19.

-¡Felicidades Lucy!- Sonó al unísono en el comedor de mi casa. Estaba absolutamente todo el mundo. Incluido todo el vecindario que no me apetecía que me viera en pijama y con mi cara de recién levantada, pero me hizo mucha ilusión.
- Ya estás hecha toda una mujercita, Lucy- Dijo mi padre justo antes de echarse a llorar. Fuimos todos a consolarme, porque pensábamos que aún no había superado lo de la abuela. - ¡Qué va! No lloro por eso, lloro de alegría. Eres mi niñita con un futuro espléndido por delante. Fue una mañana muy emocionante, llena de regalos, tarta, confeti, las llamadas por teléfono de los familiares y compañeros de California, lo típico. Pero ya, cuando estábamos recogiendo toda la casa de las porquerías que habíamos tirado, y no me esperaba ninguna llamada más, sonó el teléfono. Corrí como el viento para cogerlo, sin saber por qué ponía tanta ilusión.
- ¿Si?
Y casi con voces perfectas oí como al otro lado de la línea empezaban a entonar el “Cumpleaños feliz”. Ya me extrañaba a mí, tanto tiempo sin saber de ellos…
- Gracias, Paul, John, Ringo, George …
Y cogiendo John el auricular,
- Y de regalo, podrás venir a visitarnos a la fiesta de bienvenida que hemos montado en nuestra casa. – Ringo le arrebató el teléfono. – Fiesta de bienvenida que se podría convertir en fiesta de cumpleaños. Acabamos de llegar y tenemos mono de Liverpool, así que, tráete a tus dos amiguitas y veniros.
- Gracias, pero no sé… - Colgaron antes de que pudiera decirles que no.
Fui hacia el salón y se lo dije a Katrina y a la parejita feliz y nos pusimos manos a la obra. Recogimos lo más rápido que pudimos el comedor y Kat me acompañó a mi cuarto para elegir vestuario. No es que estuviera nerviosa… es que, era una fiesta del tipo de fiestas a las que nunca había ido, y no tenía ni idea de cómo ir… los chicos lo tienen siempre tan fácil.
- Tienes que estar espectacular.
-¿Por?
- Venga, Lu, no me seas ilusa… hoy vas a ligar un montón y tienes que estar preparada.
- Pero Katrina, si me ayudas, no te dará tiempo a llegar a tu casa para vestirte y maquillarte y todo eso…
- Tranquila, no sabes lo rápida que puedo llegar a ser, además, ahora elegiremos la ropa y me iré pitando, ¿ok?
- Ok – No debí parecer nada convincente por el gesto con el que me respondió Kat. 


Dormir y adiós.

¡Dos días! Dormí dos días enteros, entre el cansancio propio de la actuación, las vitaminas, y los dos o tres rones con coca-cola que nos tomamos, mi cuerpo no tuvo ningún problema en dejarme descansando. Y mis padres tampoco.
Cuando me levanté, con las energías cargadas, fui dando saltos por la casa, abrí la puerta y llovía, me daba igual, salí a mojarme: ¡Había cumplido mi sueño!
Entonces llegó mi madre a bajarme de la nube.
- Lu, cariño, entra dentro, que vas a coger una neumonía.
- No caerá esa breva mamá, ¡estoy muy feliz y nada podrá molestarme!
- Que niña… - Se estaba volviendo ya para la cocina cuando se giró bruscamente- Ah, por cierto cariño, ha llamado un chico, decía que era para despedirse.
- No sé quién puede ser… - Pero en realidad sí que lo sabía, recordé algo que me dijo John sobre que hoy se iban de gira.
- Creo que dijo que se llamaba John, o Johnny, no lo recuerdo.
-¿Es tu novio Lucy? – Como siempre, Max con su inocencia, pero esta vez te fastidió un poco.
- ¿John? ¿Lennon? ¿Te ha llamado o qué?
- Mike… ¿De dónde has salido? Y… sí supongo que sería él…
- Pues decía que quería despedirse porque no os ibais a ver en un tiempo, y que el avión salía hoy a las 12:00
- Ui, que pena, ya no llegas a despedir a “tus chicos”-Bromeó Mike.
- No pensaba ir a despedirme de todas formas.
Y así fue como durante dos meses dejé de verles en todas partes a todas horas, dejé de comerme la cabeza por su culpa… en el fondo lo eché de menos pero no para bien ni para mal. Simplemente fue una notable ausencia.

El tiempo pasaba muy rápido desde que se fueron. Entre las actuaciones, las pruebas y todo el lío del grupo… no tenía tiempo para preocuparme por nada. Aunque mis amigas no pensaban lo mismo.
- Menos mal que odiabas a los Beatles, ¿e?
-¿Por qué lo dices, Kat?- Kat, terminé llamándola Kat, al final me calló bien.
- Que si Paul esto, que si John aquello…
- No digas tonterías, hablo de ellos como de cualquier chico.
- Osea, que ya no les odias, ¿no?
- Dejémoslo en que no les odio tanto.
Katrina y yo habíamos pasado mucho tiempo juntas últimamente, ya que Ashley había empezado a salir con Mike y se pasaban todo el día juntos, y a mí no me apetecía estar con mi hermano, y a Kat no le entusiasmaba demasiado presenciar los besuqueos casi constantes de la pareja. Así que la única solución que teníamos era irnos por ahí a tomar el té y esas cosas. Pero nunca llegué a darme cuenta de lo rápido que pasan dos meses. Paul y John me llamaban bastante, bueno, decían que nos llamaban a la Blackbirds, pero al final siempre se quedaban hablando con migo. Que si John decía que me iba a dedicar “If I fell”, que si Paul iba a mover la cabeza especialmente para mí… Empecé a cogerles cariño. 


Actuación.

Todo había ido a la perfección, tal y como hace una semana. Pero esta vez tenía la certeza de que ellos no me iban a fastidiar, más les valía. ¿Y si no habían oído mi mensaje? No lo sé, pero de todas formas, creo que a Paul le quedó claro con nuestra pequeña charla.
Todo, exactamente todo ocurrió igual que el viernes anterior, pero esta vez Mike estaba más entusiasmado, se quedó con nosotras toda la tarde hasta el último minuto antes de la actuación.
- Lucy, te tenemos una sorpresa preparada.- Dijo Ashley, para mi asombro.
- ¿Si?
- Sí. Solamente tienes que dejarme el micro cuando yo te diga.
- No sé si me va a gustar…
- Hemos compuesto algo para ti, además así tu voz se dará un descanso- Katrina estaba muy cómplice con Ashley, y eso no me daba buena espina.
- Vamos hermanita, no todos están en tu contra, déjalas que te hagan feliz. – Mike, como siempre tan convincente.
Actuación: Perfecta. El peor momento fue cuando me fueron a dar mi “sorpresa”. No se trataba ni más ni menos que de Ashley y Katrina cantándome “I’ve just seen a face” introducida por la frase: “Ya sabes por qué va, ¿no, Lucy?
En ese momento miré hacia los camerinos y vi a alguien que me recordó mucho a John. Pero no podía ser él, él hubiera aparecido entre el público para hacerme rabiar. Además, todo el mundo llevaba ese estilo de pelo, así que, me limité a escuchar a mi acompañantes cómo me dedicaban la canción. Fue bastante inesperado y un poco raro.
Al cantar nuestro último Bis, nos despedimos y dimos gracias múltiples veces. Estaba lleno, a rebosar, lo cual significaba, que teníamos futuro, y eso me animó la noche. Nada me iba a molestar en ese momento, hasta que por arte de magia apareció la única persona del mundo que es capaz de sacarme de mis casillas.
- Buena actuación, sois buenas, no tanto como nosotros, pero bastante para este mundillo.- Pero como he dicho antes, anda me iba a amargar ese momento de felicidad máxima.
- Te contestaría cualquier bordería, pero me voy a limitar a darte las gracias.
- Espera, Lucy… - Qué raro… no me había llamado “nena”- Que… me he dado cuenta que últimamente no he sido muy considerado contigo, solo quería hacerme el gracioso pero veo que no te gusta…
- ¿Te has dado cuenta tú solito, o te han ayudado tus amiguitos?
- Sí, ellos han aportado ideas.
- ¿Paul también?
- El que más, de hecho, creo que está deseando que salgamos juntos a tomar algo por ahí, por eso no han venido.
- Pues mira, que yo no creo que a Paul le haga tanta gracia…
- No, pero que no le parece mal… - Y como estaba convencida de que nada me iba a arrebatar mi noche de alegría…
- Claro, ¡Ashley, Katrina, vamos, que John nos invita! Los cuatro juntitos, que guay.
Y en ese momento, no sé por qué extraña circunstancia, John me pareció un buen tipo. Estuvimos hablando de temas importantes, segregación racial, guerras… Era un tío muy profundo. Estoy segura que las pastillas de vitaminas que nos tomamos al empezar la actuación tuvieron algo que ver… Pero no importó, allí nos quedamos, los cinco (Mike se incorporó a nuestra pequeña “fiesta”) disfrutando de un Ron con coca cola. John estuvo toda la velada pendiente de mí: que si quería más hielo, que si me quería sentar… ¡Nos despedimos con dos besos y todo! Y de camino de vuelta a casa,
- Joder, dime, ¿es por California, no?
- ¿El qué es por California, Ashley?
- ¡Lo de que dos de los Beatles se estén disputando tu amor!
- Que cursi ha quedado eso, tía. Tú aprovecha el momento y no te fíes de lo que te diga la gente, que son todos unos envidiosos.
- Katrina, vosotras dos sois las primeras que os estáis muriendo de celos.
- Ya, pero lo nuestro en envidia sana, nos alegramos por ti.
- Bueno, ¿y por cuál te decides, Johnny o Paul?
- ¡Por ninguno!
- Seguro…
- Sí, seguro. Y ahora, Mike, acelera un poco, que estoy muy cansada y sólo tengo ganas de dormir.
- A sus órdenes, señorita.


Viernes por la mañana.

Después de una de las semanas más moviditas de mi vida (hasta entonces), soportando a las petardas de mis compañeras preguntándome de lo que hablé con él, de lo raro que se puso John y todo eso, llegó el viernes. Gran día. Nuestra segunda y definitiva actuación.
Al igual que la anterior vez, ensayé todos los días, me probé mil y un modelitos… Pero esta vez había otro dato que me preocupaba acerca de la actuación. Los Beatles. ¿Volverían a aparecer? ¿Se limitarían a estar presentes? Entonces ocurrió algo que me dejó a cuadros por completo. Al guardar la cazadora que llevaba el día de la reunión, se cayó una tarjeta del bolsillo. Supuse (erróneamente, como siempre) que sería la tarjeta de visita de Jim Autom y la volví a meter en el bolsillo. Pero cuando me acerqué a mi mesa, pude ver la tarjeta pegada en mi corcho. Lo cual quería decir, que lo que había encontrado en mi cazadora no era ésa, sino otra tarjeta. Fui lo más deprisa que pude hacia el armario y saque la tarjeta.
-¡Perfecto! ¡AH! -Era una tarjeta con un número de teléfono y más abajo ponía “Paul”. No penséis mal. El “¡perfecto!” que exclamé al principio no es porque sienta nada por él ni nada… Sino porque así podría llamarle para dejar claras unas cuantas cosas, como quién no iba a fastidiarme esta vez la actuación.
Le llame, pero comunicaba, y como no tenía ninguna gana de hablar con él o con alguno de sus tres acompañantes, le dejé un mensaje diciendo
- Hola… Paul. Soy Lucy, ¿te acuerdas? Bueno, nada, era para asegurarme de que hoy no os habíais propuesto arruinarme la vida apareciendo entre el público en The Cavern. Adios.
No había sido tan difícil, la verdad.



sábado, 26 de febrero de 2011

Ellos 4 en su casa.

Obviamente, el encuentro del bar, no fue un tema que se limitara a la familia y amigas de Lucy, John, George y Ringo esperaban impacientes a la llegada de Paul para contarles lo ocurrido. Entonces, se abrió la puerta y apareció él.
- Hombre, pensé que no te dignarías a volver, jaja- Dijo Ringo mientras tocaba una improvisada batería con las manos en la mesa de madera.
- Estarás contento, ¿no? Te dije que me dejaras a esa chica, ¡que lo estaba intentando yo!
- Eso es verdad Paul, te aprovechas de tu facilidad al hablar con las mujeres.
- Mira John, mientras tú la "acariciabas" la espalda, yo la traté amablemente y la invité a una copa, así que, deja que ella elija. Y, George, cuando quieras te doy clases, ¿vale?
- Imbecil… - George, para lo tímido que era en público, con ellos tres se desenvolvía perfectamente.
- Pues que sepas, Paul, que el próximo asalto, me toca a mí… Ya veremos a quien elige.
- Más quisieras.                                              
Y así empezó una improvisada guerra de almohadas. Eran chicos normales, se levantaban las chicas entre ellos, bromeaban, se peleaban, hablaban con sinceridad… Sólo faltaba que Lucy se diese cuenta de ello.



En casa.

Me fui a mi casa y al llegar, mis temores más ocultos me asaltaron. Toda mi familia sentada en el comedor esperándome para acribillarme a preguntas. Yo, haciéndome la tonta, les dije con todo el entusiasmo del mundo:
- ¡Tenemos otra actuación! - Y Mike, levantándose de la mesa muy serio me cogió del hombro y me sentó junto a ellos.
- Ya lo sabemos Lucy, Ashley y Katrina vinieron a decírnoslo. Y, ¡también nos dijeron que te fuiste por ahí con Paul McCartney!- Intervino mi madre.
- Bueno, ¿qué te parecen ahora los Beatles?
- Unos idiotas, como antes Mike.
- Pero, si pensaras que son unos idiotas, no hubieras accedido a irte al bar con uno de ellos.
- Que conste que no me hace ninguna gracia que salgas con chicos.
- Papá, tengo 18 años y dentro de nada cumplo los 19. ¿Me vas a vigilar hasta los 40?
- Sí si es necesario.
- Por favor, déjalo ya. Cuéntanos, qué tal fue todo con… ¿Paul?- Mi madre parecía más interesada que yo.
- Todo bien. Y ahora, sólo me apetece meterme en la cama y dormir. Así que, hasta.. mañana.- Tosí
- Hija, que te pasa, ¿estás resfriada?
- No, no lo sé.
- Uy, eso suena a tos tabaquera- Bromeó Mike, pero no era una broma. Me puse rojísima y me fui despacio a mi cuarto. Sé que tengo 18 y puedo hacer lo que quiera, fumar, no fumar, emborracharme… Pero nunca es cómodo que tus padres se enteren.
Me metí en la cama y se me aparecieron dos imágenes en mi mente. La primera, Paul encendiéndome el cigarro, y la segunda, John con cara de cabreo. Ja… no os imagináis el gusto que me provocó la segunda.
- Mierda- Exclamé. Me acababa de dar cuenta. Nunca debí de haber dicho que sí a aquel chico… ahora mis amigas me acribillarían a preguntas. Mañana iba a ser un largo día.


Nueva oportunidad.

(Primer capítulo de Elena Hei Lei)

A la mañana siguiente, como si me hubiera leído el pensamiento, me llamó Ashley.
-Lu, estoy… estamos muy avergonzadas por lo que hicimos.
-¿En serio? No sé a qué demonios te refieres, ¿a dejarme tirada en un escenario, o a salir corriendo detrás de cuatro escarabajos estúpidos?
-Lucy, ya te he dicho que lo siento y…
-¿… o quizás te refieras a que habéis arruinado posiblemente la única oportunidad de mi vida para cumplir mis sueños?
-¡Joder, Lucy! Déjame hablar, Katrina y yo hemos hablado en el despacho con Jim y nos ha concertado una cita después de comer.
-Está bien. Te pasaré a buscar.
- Un “gracias” estaría bien.
- No sé por qué.- Y la colgué. Ese orgullo mío me había hecho pasar muy malos ratos, pero en este momento me sentía genial. Ahora sólo me apetecía llegar a ese despacho, y que se arreglaran las cosas. Incluso me apetecía ver a aquella barbie cutre que se hacía llamar “secretaria”.
Pasé por la puerta de Ashley con las ideas muy claras. Si no bajaba en tres minutos, me iría sin ellas. Pero no fue así, fue pasar yo por la puerta, y aparecieron como dos asaltantes de caminos Katrina y Ashley. Fui muy callada hacia la agencia pensando en lo que íbamos a decir y en que tenía que estar tranquila. Llegamos. Pero cómo diantres voy a estar tranquila si siempre que vamos aparecen los “4 fantásticos”
-¡Dios!- Fue lo único que se me ocurrió exclamar. Y como si de una costumbre se tratara, Ash y Katrina salieron voladas a su encuentro.
- Buenas
Al principio me pregunté: ¿Quién es? Pero luego caí, ¿quién iba a ser más que él? John.
- No estés tan seguro.
- Yo no he dicho nada nena.
-Primero, no soy tu “nena”. Segundo déjame vivir en paz. Joder, Ashley, Katrina, ¡tenemos prisa!
Vinieron ellas dos, seguidas de los otros tres Beatles, lo cual no me hizo mucha gracia. De repente, note una mano en mi hombro, sabía (o más bien creía que era Ashley). Lo creí hasta que la mano bajó por la espalda y  me temí lo peor. Entonces,antes de que ocurriera nada, me giré y le pegué un guantazo al chico que tenía detrás.
-¡AH! ¡Qué he hecho? ¿Por qué demonios me pegas?- Dijo Ringo, mientras John se partía de risa a su lado.
- ¡Dios! Lo siento (no lo dije demasiado convencida) ¿Cómo no ibas a ser tú? Pues que sepas que si nunca tuve interés en ti, ahora menos.
Lo que me faltaba, ponerme nerviosa. No podía permitírmelo, tenía que estar fresca y tranquila para hablar con Jim. Pero me temblaba todo el cuerpo, desde el último pelo de mi cabeza hasta los pies. Corrí hacia el baño, y Ashley y Katrina me siguieron, lo cual me extrañó bastante. Me habían escogido a mí antes que a los Beatles. Era todo un logro personal.
Me encerré en el baño con ellas dos. Me lavé la cara y mirándome en el espejo recitaba para mis adentros discursos de auto-convicción.
- Estarás contenta, ¿no? ¡John Lennon casi te toca el culo! – Dijo Katrina, y no me sorprendió. Sabía que tarde o temprano iba a mantener esa conversación.
- No. No estoy contenta. Me dan ganas de …desinfectarme el pantalón.
-Eso demuestra que es un chico normal…
-Eso demuestra que da asco.
-No es para tanto, Lu…
-Cállate Ashley. Ahora lo primordial, es hablar con Jim, sobre el suceso de anoche…
-Está bien, pero no menciones tu odio hacia ellos. Creo que a Jim le gustan, y si dices que fue por su culpa, igual no nos escucha.- Dijo Ashley, no me lo esperé, ella siempre había estado tan llena de personalidad, y ahora…
- Pues espero que no le importe que tenga una opinión distinta a la del resto de chicas de la tierra.- Y sin más dilación, salí derecha hacia el despacho.
Lo que no sabía, es que, detrás de la puerta de aquella reunión, aquellos cuatro chicos estaban hablando de mí, y ellos lo que no sabían que les oía mientras lo hacían.
- Te has pasado tío- Dijo George riéndose.
- Si te estás partiendo, tío, no eres serio.
- Pues yo sí estoy serio, John, y, ¿puedes decirme en qué estabas pensando?- Decía Paul con una seriedad y un respeto hacia mí que me daba un poco de miedo.
- No pensaba tocarle nada, era una broma, para que se le bajen los humos.
-Pues, tío, no parece que le haya hecho mucha gracia.- Ringo, el más mayor junto a John, igual de serio como lo parecía siempre representaba la autoridad que John no sabía (O igual sí sabía y no quería representarlo)
- ¿Creéis que se ha cabreado de verdad?
- No, apenas. Me ha cruzado la cara pero creo que en realidad te quiere. No sabes la fuerza que tiene.
-¡Dios santo!- Pensé- Estoy más pendiente de ellos que de Jim… Vuelve Lucy, vuelve.
- Bueno, Lucy, entonces, ¿volvéis? Sé lo molestos que pueden llegar a ser estos chicos, pero ya verás, os acabarán dejando en paz.
- Por mí que no lo hagan jaja- Dijo Ashley con la cara de embobada que se le queda siempre al hablar de los melenudos.
- Pues, ¿Trato hecho?
- Claro que sí, señor Autom. Fue salir de la habitación y olvidarme de todo lo ocurrido anoche. Abracé a Ashley y a Katrina y empezamos a gritar como locas. John se unió al abrazo, haciendo el tonto como siempre.
Me disponía a salir cuando noté que alguien me cogía del brazo. Supuse que eran Ashley o Katrina, y otra vez me equivoqué, pero esta vez fue bastante más agradable que la anterior.




Decepción.

De camino a casa, pensé en un millón de discursos ofensivos (con plena consciencia de que jamás los diría) que soltarle a esas dos que se hacían llamar amigas, bueno, Katrina ni eso, y es por esa razón por la cual estoy más enfadada con Ashley; se suponía que éramos amigas, inseparables, siempre procurando lo mejor para la otra, y siempre, lloviese, tronase o hubiese un ciclón arrasador, juntas hasta el final. Aquello había cambiado.
Las lágrimas no dejaban de empañarme la visión, y para colmo, llovía. Con todo lo que había llorado, ya debía parecer un mapache. Me miré en el espejo del retrovisor: el rimel estaba totalmente corrido formando surcos desde mis lacrimales hasta la barbilla. Me los limpié con unas toallitas húmedas, al llegar a casa ya me quitaría el resto.
Vi que el semáforo se ponía verde, mejor dicho, intuí que se ponía verde, y aceleré. La lluvia era como una cortina espesa, parecía que el tiempo iba con mi estado de ánimo. Semáforo en ámbar, aceleré para no tener que parar, seguí así unos tres semáforos, y de repente entre la cortina de agua, pude divisar unas figuras, frené en secó y saltó el airbag. Lo aparté lo más rápido posible.
-¿Qué te pasa? –Dijo una voz desde la calle- ¿es que estás loco o qué? –esa voz…- Estaba en ámb…
Me miró, mis ojos debían desprender un odio infinito, porque se calló y lo único que hizo fue mirar.
Apreté el embrague haciendo el típico ruido de las películas, ese “brun brun”. En cuanto terminaron de cruzar a toda prisa, salí corriendo de allí. A parte de fastidiar mi concierto, tenían que hacer que me saltasen los airbags… vale, de acuerdo, puede que la culpa fuese mía, pero el hecho de que sean los Beatles no les da más derecho. Ese John me ponía realmente nerviosa, pero podía estar tranquilo, porque desde que McCartney me gritó en el cruce, mi odio estaba bastante repartido.
Por fin llegué a casa, entre sollozos y ramalazos de ira que me hacían creer que era bipolar. Max abrió la puerta.
-¿Qué te pasa? –dijo con su dulce voz de niño.
-Nada –respondí mientras me secaba las lágrimas-. ¿Y mamá?
-En el salón leyendo un libro.
Fui directa al salón; la iluminación era una lámpara de mesa que estaba detrás de mi madre. Estaba sentada con un libro entre las manos.
Me miró.
-¿Qué te pasa pequeña?
Sin mediar palabra, dejé mi guitarra y me tumbé en el regazo de mi madre, que dejó su libro sobre la mesa.
-Cuéntame –dijo mientras me acariciaba la cabeza-. ¿Tan mal os ha salido?
Le conté todo lo ocurrido, y con sus superpoderes de madre, consiguió consolarme, y además, recordarme que jamás debía abandonar mis sueños.
Ya tenía tarea para el día siguiente: ir donde Jim y contarle lo ocurrido.


Primera aparición.

Los días se hacían larguísimos. Me había dado tiempo ha estudiar 200 conjuntos diferentes, 30 repertorios distintos y 60 saludos y despedidas variadas.
En fin, mi obsesión es que todo fuese absolutamente perfecto, por supuesto que también quería disfrutar en el escenario, pero ya habría tiempo de eso cuando tuviese mi disco y no me estuviese jugando mi primera oportunidad a una sola carta. Ya sé, estaréis pensando que soy muy egoísta, “mi” disco, “mi” oportunidad… Se supone que somos un grupo, pero la única que realmente está en él por la música, soy yo. Para ellas es un hobbie y una ocasión para intentar ligar con los Beatles…
En fin, prefería no pensar en ello. Los cuatro días de espera los pasé (a parte de decidiendo qué me iba a poner) ensayando, yo sola casi siempre, y el jueves con las chicas. Confiaba que hubiesen practicado en su casa tanto como yo. En el ensayo del jueves tocamos un par de veces las canciones y nos fuimos cada una a su casa. Tampoco era cuestión de machacarnos hasta las tantas y estar al día siguiente con ojeras hasta la barbilla.
Me costó mucho dormir, y la mañana se me hizo eterna, pero después de la comida, sentía que se escapaban las horas como un jabón mojado en la ducha: rapidísimo. Se hicieron las siete y media ya estaba todo listo: pelo, revuelto y roquero, con mucha laca; maquillaje, labios rojos y lápiz de ojos negro (sin abusar); ropa, camiseta blanca ceñida, chaleco de cuero negro con tachuelas en las solapas y pantalones vaqueros negros pegados, como calzado unas cómodas y bonitas Convers bajas negras, algo desgastadas.
Ya estaba todo listo, así que bajé mi guitarra a la camioneta, que era de Mike y mía (regalo a prueba de abolladuras), y me dirigí hacia casa de Ashley y después a la de Katrina, a la que ayudamos a subir su batería al gran maletero descubierto de atrás. Menos mal que solo éramos tres, porque si hubiese una más, tendría que ir corriendo, o en patinete detrás del coche.
El viaje fue corto. Bajamos las cosas y nos dirigimos a las bambalinas del escenario, donde nos dijo el dueño, Pete. Podía oír como se iba llenando aquello; se escuchaban tacones repiqueteando en el suelo, copas chocando y mil voces entrelazándose en el aire como una extraña melodía. Sentía esa cosa extraña en la tripa cuando se tienen nervios, y a medida que pasaban los minutos se hacía más grande, acumulándose en mi garganta y ahogándome. Realmente agobiante, pero jamás demostraría nervios ni debilidad, cuestión de orgullo, asqueroso, extraño, sí, pero era mi orgullo. Tenía por costumbre nunca exponer mis debilidades, si no conocen tus debilidades no se aprovecharán de ellas, pero esta vez no era por eso, sabía que no podrían aprovecharse de ello, era para no ponerlas más nerviosas a ellas, ahora necesitaban a alguien con la cabeza medianamente fría, o que aparentase tenerla fría, así que me mantuve.
De repente escuché tres golpes sordos y un pitido que se fue atenuando.
-¿Hola? –era el presentador, un chico joven, de pelo castaño claro-. ¿Estamos preparados para recibir a nuestro grupo de la noche?
Se escuchó un sí que me animó bastante.
-Pues –prosiguió-, demos la bienvenida a las Blackbirds.
Los aplausos y los silbidos precedieron a nuestra entrada al escenario.
-¡Buenas noches! –Grité animada y con un subidón de adrenalina- ¿Preparados para escuchar y bailar rock toda la noche? O mejor dicho, ¿Preparados para escuchar y bailar rock hasta que el dueño nos deje?
Un ensordecedor sí, y los primeros acordes de nuestra canción más roquera sonaron. Mucha gente bailaba animadamente, otros escuchaban llevando el ritmo con palmas, pitos y taconazos.
Les estábamos gustando.
Cuando acabamos aplaudieron todos y se escucharon gritos de “bravo y “otra, otra”. Me sentía como flotando en un globo aerostático, subiendo muy alto en el cielo, con la sensación de ser invencible. Aquellos aplausos eran mi droga, y yo quería más. Íbamos a empezar con la siguiente canción, cuando me percaté del gran revuelo que había, y entonces lo escuché, fue todo muy rápido: chillidos ensordecedores, aullidos de alegría y cuatro chicos vestidos de negro corriendo hacia la salida. No era casi consciente de lo que ocurría, mientras me quedaba mirando como una imbécil, mi globo, aquel en el que me había sentido tan bien, se estaba estrellando a una velocidad pasmosa.  Ahí estaba yo, con mi guitarra, un micrófono delante y la boca medio abierta, mirando la puerta como si se me hubiese perdido algo allí. Lo habían hecho otra vez, me habían dejado sin palabras y con unas ganas terribles de patear a todo el mundo. En el local solo quedaban alrededor de 10 chicos (no partidarios de perseguir a los Beatles), el dueño, una cucaracha patas arriba (estoy segura de que si pudiese caminar también iría detrás de los Beatles) y yo.
Salté del escenario con rabia, con la guitarra a la espalda. Ni mis amigas se habían quedado, prueba de que a ellas les importaba tanto la música como a mí los resultados de la bolsa de Nueva York, es decir, absolutamente nada. Cogí la funda de mi guitarra y miré con malicia la batería, la guitarra eléctrica y sus bafles; que se las apañasen para llegar solas hasta sus casas, al fin y al cabo era justo, ellas me dejaban sola en el escenario, yo las dejaba solas con sus bártulos.
Metí la llave de contacto y antes de arrancar, me sequé una lágrima que resbalaba por mi mejilla.