viernes, 3 de septiembre de 2010

Adiós California.

Primero íbamos en avión hasta Florida, y desde allí cogeríamos un barco que nos llevaría directamente a Liverpool.

Cada día que pasaba me ponía más nerviosa, tenía muchas ganas de llegar.
Tenían puesta la radio, y cada dos por tres se escuchaba canciones de los Beatles. La que se escuchaba ahora era I’ve just seen a face. Mis amigas de América estaban convencidas de que la habían escrito por mí. La había compuesto McCartney, y decía:

Acabo de ver un rostro
No puedo olvidar el momento y el lugar en que nos conocimos
Ella es la chica que yo necesito
Y quiero que el mundo sepa que nos hemos encontrado
Si hubiera sido otro día
Quizá hubiese mirado hacia otro lado
Y nunca me habría dado cuenta
Pero así esta noche soñaré con ella
Enamorándome, sí, estoy enamorándome
Y ella sigue llamándome
Jamás he conocido nada parecido
He estado solo
Me he perdido cosas y he estado oculto
Pues las otras chicas no eran como ésta
Enamorándome, sí , estoy enamorándome
Y ella sigue llamándome
Acabo de ver un rostro
No olvidaré el momento y el lugar en que nos conocimos
Ella es la chica que yo necesito
Y quiero que el mundo sepa que nos hemos encontrado
Enamorándome, sí, estoy enamorándome
Y ella sigue llamándome.

Por supuesto, estaba segura de que era una coincidencia.


Liverpool. Tierra firme. Un ramalazo de nervios me recorrió. Allí estaba imponente, y a la vez acogedora. Estaba deseando llegar al puerto y me pareció que los minutos que transcurrieron hasta nuestro desembarque, se convirtieron en horas.
Cuando bajaron la pasarela, hicimos una cadena para bajar nuestras pertenencias lo más rápido posible. Llevábamos muchas cosas, pero se las apañaron para cargar con todo.
No se percataron del chico que estaba sentado en un muro, y no era de extrañar, iba vestido todo de negro, con un gorro del mismo color y el cuello de la gabardina subido.
Con patosa rapidez intentó colocarse las gafas. “Maldita sea –pensó” Como siempre decía, sin ellas no valía un penique, ya que era rematadamente miope. Se las colocó como buenamente pudo.
-Es ella –susurró para sí.
Como ya había hecho anteriormente le dedicó una mirada de perplejidad.
Guardando la distancia, la siguió  hasta su casa. No estaba muy seguro de porqué lo hacía, pero esa chica había despertado una terrible curiosidad en él, y hacía muchísimo que no sentía aquello. En verdad quería descubrir quién era.


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