sábado, 11 de septiembre de 2010

Hasta en la sopa.

El dueño de The Cavern no habló con nosotras casi ni dos segundos, nos dio una tarjeta y nos dijo que fuésemos a visitar a aquel tipo.
En la tarjeta ponía Jim Autom, cazatalentos profesional, un teléfono y una dirección.
Fuimos donde ponía, y resultó que el local era un estudio de grabación. Otra vez chillidos incontrolados ¿Y ahora qué pasaba?
-Aquí graban los Beatles –esta vez era Katrina. Genial. Tenía a los Beatles hasta en la sopa. Empezaba a estar realmente quemada. Mientras maldecía para mis adentros arrastré a Ashley, que estaba como en una especie de trance, hasta el interior.
En el mostrador había una chica, pasada de maquillaje y demasiado escotada (como se notaba que quería hacerse ver). Masticaba un chicle como si fuera una vaca en el prado comiendo.
-Perdone –dije educadamente-, me gustaría saber si podemos concertar una cita con Jim Autom.
Me miró de arriba abajo, con cara de asco, como di le hubiese sentado mal el desayuno.
-No, prefiero ahorrarle tiempo –y siguió escribiendo en una máquina.
Hervía de ira por dentro, pero esbocé mi mejor sonrisa.
-Lo siento, pero creo que no me ha escuchado bien –dije mientras explotaba una pompa de chicle que se le pegó en toda la cara-, pero he dicho Jim Autom, no la hortera del año con demasiado maquillaje.
Empezó a hincharse como un pez globo, mientras esto ocurría, un chico, que ya la había visto varías veces, incluso se había atrevido a seguirla a casa, la miraba.
Al tiempo que la secretaría soltaba una parrafada incomprensible, me quedé quieta, mirando el local esperando ver un cartel que me indicara donde estaba el tal Jim. Lo localicé, y sin más demora tiré de Ashley que a su vez tiró de Katrina y salí pitando en la dirección que indicaba la señal.
-¿Qué haces? –me gritó Ashley, pero sin dejar de seguirme.
-Intentar cumplir un sueño –le respondí por encima del hombro.
-¿Estás loca? –Esta vez fue Katrina-. Llamarán a seguridad, y con suerte lo único que harán será sacarnos de aquí a patadas
-Si no estás dispuesta a correr, sigue las baldosas amarillas hacia la salida, son más seguras.
Parece que aquello sirvió para provocarla y que corriese un poco más. Como si las palabras de Katrina fuesen una oración, un par de guardias gigantes empezaron a perseguirnos. Cuando estaban a punto de pillarnos, una voz detrás de nosotros dijo:
-Alto, van con nosotros.
-Perdone –dijo el más alto de los guardias, y sin mediar palabra se retiraron.
Cuando fui a mirar atrás, para confirmar mi sospecha, el ensordecedor chillido de mis amigas me despejó las dudas.
Finalmente me di la vuelta, y ahí estaban, John Lennon y Ringo Starr, y pegadas a ellos como lapas mis amigas. Lo que decía yo, hasta en la sopa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario