viernes, 3 de septiembre de 2010

Preparados.

Tardé muy poco en recoger mis cosas. Mis libros ya estaban empaquetados y los objetos frágiles ya estaban envueltos en papel de burbujas y metidos en cajas. Toda la ropa estaba doblada y metida en un par de maletas.

No tenían muchas cosas, ya que sabían que no íbamos a estar mucho tiempo en California, por eso la casa era alquilada. Ahora veía la habitación como hace cinco años atrás, con una cama desnuda, una estantería y un escritorio vacíos.
Saqué todo mis bártulos y los llevé al primer piso. Mi hermano mayor, Michael, estaba ya esperando abajo. Tenía 21 años, dos y medio más que yo, era de pelo castaño y algo ondulado, de ojos verdes, como ella y medía alrededor del uno setenta y cinco. La verdad es que era guapo, y él lo sabía, pero no se aprovechaba de ello. Mientras hacía una pompa con su chicle –siempre iba con uno en la boca y dos paquetes en los bolsillos-, tocaba en una improvisada batería el ritmo de una canción de Elvis Presley.
-¿Ya has terminado, pequeñaja? –dijo dando los últimos golpes en su cabeza.
-¡Ay! Sí –dije sacándome el chupa-chups de la boca. Nos llaman los hermanos chuchería, porque Michael siempre va con un chicle, yo con un chupa-chups y Max (mi hermano menor) con una bolsita de caramelos de anís.
Me senté encima de mi maleta y esperé. Como iluminación divina empezaron a surgir versos acompañados de una melodía; no podía desperdiciar aquel momento de inspiración, ya que como tan pronto viene se va. Saqué del bolso un cuaderno de partituras y un boli y luego cogí mi guitarra. Las notas salían solas, y mi voz las acompañaba. Escribí frenéticamente en el cuaderno, antes de que se me olvidase.
-¡Mierda! –exclamé.
Sonaba igual que Love me do de Los Beatles.
-Suena igual que Love me do.
-Ya lo sé –dije con rabia a mi hermano.
Últimamente solo conseguía escribir melodías parecidas o iguales que a las de los Beatles y aquello me molestaba. El grupo era bueno, y había revolucionado la música y de paso a miles de adolescentes con las hormonas a flor de piel. A mí me gustaba su música, pero no ellos, en fin, no los conocía y me caían peor desde que solo conseguía componer canciones con sus melodías.
Ahora recordaba el concierto al que había ido con mis amigas. Habían tocado realmente bien, y me gustó mucho, siempre disfrutaba en los conciertos, además el padre de una de mis amigas trabajaba en la venta de entradas, y siempre nos reservaba las de primera fila.
Mis amigas juran que en un momento de la actuación Paul McCartney miró en mi dirección, y dejó de cantar en el coro de Twist and Shout. Estaba segura de que lo hacían para que me gustasen un poco más los Beatles, por eso no las creí, además tampoco me importaba y si de verdad me había mirado, tampoco me extrañaría, ya que mi cabellera rojiza, realmente destaca.
Lo que sí era verdad es que había hablado con John Lennon, si se podía decir así.
Cuando estábamos saliendo del concierto, mis frenéticas amigas querían un autógrafo, así que las acompañó a la barrera. Me quedé un poco atrás para que ellas pudieran estar delante. Cuando Lennon pasó por su lado les firmó unos autógrafos.
-No tengas vergüenza, nena –había dicho-. Acércate que te firmo un autógrafo.
Aquello me sobrepasó.
-¿Quién te ha dicho a ti que quiero un autógrafo? Para lo único que me serviría sería para falsificar tu carnet, y tampoco lo quiero.
Nos miramos, yo con rabia y él con perplejidad.
-No la hagas caso –intervino Gwen, mi amiga-. Ha bebido y no sabe lo que dice.
-Sé perfectamente qué he dicho, y no he bebido, y tranquila, no creo que le afecte demasiado, ya tiene bastantes chicas besando el suelo por donde pasa.
Sin decir nada más, le eché una última mirada de rabia y me di la vuelta. Esperé a mis amigas sentada en un bolardo de la calle.
Justo cuando ellas llegaban, los Beatles se subían al coche, y pude compartir una última mirada con su líder. Ésta vez no pudo distinguir ningún sentimiento en los ojos de John.
-Hey, Lu, ¿estás ahí? –la voz de mi hermano me sacó de mis pensamientos.
-Eh… Sí.
-Decía que si tus amigas de Liverpool seguían practicando las canciones.
-Eso me dicen, y eso espero, porque en cuanto llegue quiero volver a ensayar con ellas, para ver qué tal van.
-¿Tendré que seguir haciendo de batería?
-Creo que no, dicen que han encontrado una que es bastante buena.
-Oye, ¿cuántos años tienen tus amigas ahora?
-Ni lo sueñes.
-¿Qué? Si no he dicho nada, es solo curiosidad.
-Ya claro. Más te vale no distraer a mis chicas, o te prohíbo bajar al garaje.
Escuchamos el sonido de una maleta golpeando los escalones.
-Alguien puede subir a ayudarme –dijo la vocecilla de Max.
Subimos a ayudarle.

Recuerdos

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